Inauguración: Viernes 8 de agosto, 19 h En 1932, Aldous Huxley imaginó un futuro en el cual la felicidad era administrada por el control total: una sociedad sin arte, sin familia, sin filosofía ni amor. En Un mundo feliz, la distopía no se construía con ruinas, sino con eficiencia, consumo y obediencia química.
Hoy, casi un siglo después, no hace falta mirar al futuro para encontrar sus signos. La vigilancia constante, la desigualdad como paisaje, el deseo reducido a consigna y la sospecha hacia el pensamiento dibujan un presente que se parece demasiado a esa ficción. Esta exposición no proyecta un mundo por venir, sino que mira de cerca lo que ya está ocurriendo. Las obras reunidas no explican, ni prometen. Se instalan como interrupciones leves, como imágenes que se desvían del camino trazado, como fragmentos que no terminan de encajar. Tal vez no se trate de decir algo nuevo, sino de ver de otro modo. Cambiar la luz, demorar el gesto, permitir que algo se desacomode. En un tiempo en el que la felicidad se pronuncia con apuro, el arte –a veces– deja caer una sombra, un titubeo, una posibilidad. Algo que no sabemos del todo, pero que, sin embargo, se queda.
Imagen: Manuel Tozzi, Studies In Motion, 2023