Durante los últimos 40 años, Bill Viola ha desarrollado de manera insistente una de las series de obras de arte basado en el tiempo más impactantes en el mundo. Sus instalaciones, videos y colaboraciones teatrales han dado lugar a un léxico, un cuerpo completo de lenguaje, sobre cómo uno percibe el yo, el otro y la experiencia del tiempo. Jugando con un idioma que él mismo inventó, creó una obra que ocupa un lugar preponderante en la historia del arte.
“Es el tiempo lo que hace posible mi arte”, explicó Bill Viola una vez en una entrevista. Utiliza el tiempo como un instrumento para agudizar la percepción y generar un estado de semi-hipnosis en el espectador. Sus obras abren un portal hacia una dimensión diferente para que el espectador explore su mundo interno. Viola convierte la experiencia del tiempo en algo físico, tangible, corpóreo; muchas de sus instalaciones le han dado cuerpo al tiempo.
Es paradójico que un artista que eligió el medio que representa por excelencia la sobrecarga de información de nuestra era y la aceleración de la vida, lo haya utilizado para generar algo que tiene un sentido opuesto. De esta manera, nos obliga a mirar debajo de la superficie, a penetrar en la imagen y a arriesgarnos a entrar en el territorio de lo invisible. Una de las cosas que el arte todavía puede hacer es desacelerar el tiempo.
Para esta exposición, hemos seleccionado obras que dejan entrever la condición de un escultor del tiempo. Inverted Birth (Nacimiento revertido), por ejemplo, usa el espacio, la escala y el vacío para revelar la dimensión del tiempo al revertir simbólicamente el acto del nacimiento. Chott El Djerid es un trabajo de su primera época que explora los límites de la resolución del video como medio para revelar la condición del desierto, donde la luz y el calor son las paletas del pintor. Viola me dijo una vez que “el paisaje mismo es la imaginación”.
Sus obras son una meditación sobre la vida, la muerte, la trascendencia, el renacimiento, el tiempo y el espacio. Al proponer una nueva forma de ver, aún estando dolorosamente consciente de la brevedad de la vida, sus imágenes permiten comprender estas cuestiones fundamentales sobre la existencia humana y demuestran la universalidad de su trabajo, que trasciende toda frontera cultural. Sus obras se conciben como experiencias metafísicas de tinte interno, tanto para él como para el espectador. No se llega a ninguna conclusión o resolución, pero la experiencia nos condiciona a aprender más sobre los temores ancestrales que se enroscan en el fondo de nuestro ser. Viola logra este efecto al desafiar nuestra percepción y conciencia; habla con el animal que duerme dentro de nosotros, inspirado por experiencias de oscuridad tan profundas que nos llevan hasta los umbrales de nuestra propia visión. Esto es el caso en el video The Passing, o cuando enfrenta los animales salvajes en su obra maestra I do not know what it is I am like.
Las preguntas existenciales sobre el origen y el destino, el nacimiento y la muerte, se van soltando, gradualmente, del relato de Viola. El trabajo se repliega sobre el viaje, donde los caminantes que vienen de la nada pasan sin detenerse, los durmientes descansan tan profundamente que pueden no estar vivos y el agua descubre paisajes de luz y calor. Viola quiere que experimentemos el momento presente del viaje. Nos regala, a través del cuerpo de su obra, el bien más preciado de la vida: el tiempo y la memoria.