Inauguración: Jueves 21 de agosto, 18 h Existen plantas cuya exuberante expresividad provoca en la piel una erupción ardiente y punzante, causada por un fluido viscoso e incoloro que se libera inadvertidamente desde sus poros de planta. En ocasiones las reconocemos porque, a diferencia de las plantas inofensivas que poseen bordes suaves y líneas armoniosas, las hiedras venenosas portan una apariencia irregular y desafiante. Sus bordes dentados, al tomar contacto con unx otrx, dejan marca de su transgresión –y de su poética–. El ardor, como huella de la incomodidad, inunda nuestra experiencia inflamada. Muchas veces, las compresas frías y otros ungüentos son insuficientes para calmar estas molestias. En otras, nos resistimos a que se nos pase del todo y nos aferramos a esa sensación. Aquí, la memoria de lxs pinchadxs, mordidxs y enrojecidxs se vuelve una condición deseada y permanente, en la cual la piel es una frontera liminal y la herida es la mayor potencia de quienes somos retados a sobrevivir. Esta muestra advierte la compleja y desafiante relación fronteriza con la imposición normativa, en la que el territorio, al igual que el cuerpo, evoca la herida colonial de dominación, exclusión y supresión. La instauración de un control discursivo, tanto binario como moral, impacta en otras formas de ecología y ancestralidad. Lxs cuerpxs sexualizadxs, racializadxs, desistentes, disfuncionales expuestos acá, proponen un ejercicio radical de apropiación y fuga. La exposición se divide en tres ejes curatoriales: cuerpx como pacto, cuerpx en memoria y cuerpx contra el estado. Tres formas de eludir la noción de representación, la imagen de una corporalidad discursiva, el abandono como refugio de la memoria, y el cuerpx en resistencia permanente.
Imagen: La guerrilla Marika