Se puede situar el trabajo del artista francés Bertrand Ivanoff dentro del debate patrimonial, ya que su obra instala, justamente la dimensión dinámica y subjetiva del concepto de patrimonio cultural. Su obra señala, marca, subraya aquello que no vemos, que está descuidado, que busca poner de relieve, reincorporar al circuito de lo visible y en ese proceso re-valorar, y así, recuperar, proteger. El objeto elegido en esta ocasión es el Palais de Glace, un antiguo edificio inaugurado como pista de patinaje y confitería en 1910, que en 1915 se convirtió en pista de baile y vio pasar a las más importantes orquestas de tango de la época. Desde 1932 funciona como sitio para las artes plásticas siendo sede del Salón Nacional y de la colección que año a año se va enriqueciendo con estos certámenes anuales. Resulta de singular interés entonces, poner en el exterior algún indicio de eso que hace ya 85 años viene ocurriendo en el interior. Es este el sentido del “cambio de piel” que Ivanoff asigna al Palais al jugar en su exterior con geometría, anamorfosis y colores dando visibilidad con este gesto tanto al edificio como a lo que sucede en él.