¿Cómo narramos nuestras experiencias? ¿Cuál es la distancia entre la realidad y la fantasía? Estas preguntas son de suma importancia en un presente repleto de imágenes e información en el que buscamos reflexionar.
Pensar con imágenes es la propuesta de este ensayo curatorial; en palabras de Georges Didi-Huberman, las imágenes "tocan lo real" y no son más que huellas que albergan la capacidad imaginaria de reponer una diversidad de significados.
En su libro El Imaginario, Jean-Paul Sartre señaló que "proponer una imagen es crear un objeto fuera de la totalidad de lo real y, por tanto, mantener la realidad a distancia, liberarse de ella".
Restos, huella o liberación de lo real: en cualquier caso, un conjunto de obras como las recogidas en este proyecto, pretende ofrecer al espectador la oportunidad de recuperar la dimensión imaginaria y con ella converger con otras formas de pensar, que puedan expandir las modalidades narradoras en ese intersticio entre realidad y fantasía que invitamos a explorar.
Esta selección de obras -algunas diseñadas para el espacio público y otras para ser integradas en los espacios del Museo Nacional de Riyadh- aluden a diferentes mundos culturales, y evocan diferentes realidades que, a su vez, se ampliarán a partir de la percepción de cada uno de los transeúntes del Barrio Diplomático y de quienes visitan la exposición.
Este proyecto es una invitación a reflexionar sobre las diferentes formas de narrativa que ofrece la narración y la recuperación de fantasías en el arte contemporáneo. En este sentido, algunos artistas de BIENALSUR fueron seleccionados para ofrecer su propia imaginación.
A la entrada del Barrio Diplomático de Riyadh tres banderas imaginarias ondeando de Christian Boltanski, Magdalena Jitrik y Voluspa Jarpa introducen la idea de nuevas identidades posibles que surgen del mundo artístico.
En el parque, las esculturas de Pablo Reinoso desplazan la función original del objeto para "superar su propia naturaleza" convirtiendo el banco público en un lugar de encuentro y conversación, incorporando así una alternativa lúdica a la vida cotidiana.
La instalación de Betsabeé Romero evoca películas de vaqueros y batallas medievales en innumerables narraciones históricas, que recuerdan a los caballos con los que jugábamos cuando éramos niños. La simplicidad de la obra es una invitación abierta a repensar estas narrativas desde otro punto de vista.
En el museo, el concepto que intentamos instalar a través de la organización de las obras en el espacio resuena en un laberinto donde el público se sorprende por el descubrimiento de cada obra.
El público entra en la sala a través de la obra de Regina Silveira y se sumerge en un espacio lleno de imágenes de insectos gigantescos impresas en las puertas, las paredes y el techo. Más allá de esta inesperada entrada, es posible acceder a otro microespacio y encontrar en la pieza de Eduardo Basualdo el universo acuoso de las sirenas, o en otra habitación contemplar la mágica instalación floral del artista japonés Makoto Azuma y la peculiar historia contada por Laurent Grasso. Además, los espectadores pueden sorprenderse con algunos dibujos espaciales y una instalación de José Bechara y Marco Maggi, o sentirse perdidos en el espacio con la videoinstalación de Graciela Sacco o la pieza textil de Paola Monzillo realizada con mapas. A continuación, los espectadores podrán conocer la experiencia del tiempo de Ayman Zedani, la identificación de las esperanzas de Faisal Samra, y asistir a las singulares narraciones de Sarah Abu Abdallah. Finalmente, llegan a la última sección del espacio para encontrar el mundo íntimo de Fátima Al-Banawi y el imaginativo trabajo de Mariana Telleria, una embarcación gigante que parece haber quedado atrapada allí.
Este resumen de un posible itinerario se enriquecerá con la experiencia de cada uno de los que acepten la invitación a recorrer el laberinto, a recuperar otras miradas a través de estas propuestas artísticas y a construir otras narrativas.
Este proyecto es realizado con el apoyo del Ministerio de Cultura de Arabia Saudita.