Sobre la cerámica precolombina se han creado diferentes interpretaciones de los modos de vida y cosmovisiones de los pueblos del Antiguo Perú. Muchas de las técnicas y motivos de esta práctica se conservan hasta hoy como parte del conocimiento de comunidades en todo el país y son un elemento identitario fundamental. De otro lado, la cerámica, en general, permite establecer conexiones con aspectos diversos de nuestra vida diaria y múltiples áreas del conocimiento humano. Así, se vincula con las necesidades básicas ―como contenedor de alimentos y bebidas o elemento de construcción— así como con las prácticas rituales y funerarias, y, además, es entendida como conocimiento científico y como arte. Se trata entonces de un material que ha hecho posible la generación de discursos históricos y que se relaciona con la preservación de la memoria cultural. Su naturaleza múltiple la convierte en un componente fértil para la creación de propuestas artísticas que proponen perspectivas críticas frente a las condiciones sociales y políticas actuales, y a la forma en que se han constituido las narrativas históricas.
Los trabajos de las artistas peruanas que se reúnen en esta exposición tienen como referente a la cerámica precolombina y las prácticas tradicionales relacionadas con esta. Este grupo de artistas, por ejemplo, actualiza las temáticas y el imaginario precolombino y las narraciones de origen de diversas comunidades, desde miradas contemporáneas que reflexionan sobre nuestras concepciones de la historia, el tiempo y la mitología. La cerámica no solo se incluye para pensar a través de ella en cómo fue hecha, cuál fue su utilidad y la función que cumplió sino, a su vez, para comprender a esta materia como medio para afirmar ideas y generar cuestionamientos. En estas propuestas se plantea cambiar la mirada sobre los objetos utilitarios y sus cargas identitarias, cuestionar estereotipos de género e imperativos sociales, asimismo, se afirma la cerámica como espacio de autorrepresentación y lugar para la generación de miradas utópicas de nuestro pasado proyectadas hacia el futuro. Algunas de estas obras recuperan la dimensión sanadora de esta práctica y proponen pensar el propio cuerpo como una vasija que hemos olvidado y es necesario volver a tener en cuenta. Otro grupo de obras nos enfrentan a una mitología que, en siglo XXI, formula otras formas de entender la manera en que nos relacionamos con nuestro propio entorno. Ellas dan forma a un tiempo hecho de barro. Retoman las imágenes del pasado, las traen al presente y las transforman recuperando la corporalidad propia y colectiva, el sonido, el movimiento, lo cotidiano y el mito. De esta manera, afirman la necesidad de repensar las relaciones que se han establecido con el cuerpo, con la tradición y la historia en este tiempo nuestro.