Cuando la mirada (deseante) logra separarse de los brazos (sumidos en la faena del trabajo) para crear un espacio de inactividad se produce el disenso. Aparece la política. Se rompe la distribución naturalizada entre los que disponen de la libertad de la mirada y los que están sometidos al trabajo extenuante de los cuerpos.
Así describe Jacques Rancière la aparición del disenso que esta exposición invoca. Pero en nuestro tiempo acelerado por incesantes flujos digitales, ya no es el cuerpo físicamente cansado el único sometido al trabajo, sino también nuestros sentidos, atiborrados de tecnología al servicio del consumo, infiltrada hasta en nuestra propia intimidad.
Una instancia en la que las personas se contactan con las memorias del lugar que la alberga. El C.C. Haroldo Conti, ubicado en el predio de la ex ESMA -el contexto a partir del cual la exposición se enuncia- se constituye como un continente de resignificación capital para las narrativas que las obras postulan. Todas las piezas dialogan con un espacio colmado de relatos en tensión; altamente significativo para la historia política argentina.
Así, la muestra se configura en torno a las nociones de archivo, exilio, identidades y territorio, enhebrando cruces y contactos cuya sinergia activa la potencia crítica de cada uno de sus enunciados.
¿Será que el arte con sus ficciones poéticas puede hacernos habitar, aunque por un breve lapso, un posible espacio de emancipación?